sábado, 30 de abril de 2011

Marcos Zimmermann


por Mariano Serrichio


Estos desnudos de Marcos Zimmermann son el resultado de un trabajo de varios años por nuestro continente. Años de recorrer los países y charlar con hombres para lograr que muestren a la cámara lo más extraño y lo más íntimo: sus cuerpos desnudos.
El fotógrafo ha retratado a estos hombres en sus lugares de trabajo o en sus ambientes, rodeados de sus instrumentos, vestidos de acuerdo a su oficio o profesión, o simplemente posando de acuerdo a su deseo.
El impacto que provocan estas fotos revela con claridad la existencia de un tabú sobre el desnudo masculino, a diferencia de la desnudez del cuerpo femenino, cuya imagen es modelo de belleza, objeto, mercancía. En este sentido, la apuesta de Zimmerman va hasta el límite, asumiendo incluso las contradicciones de una aventura de este tipo.
Un efecto menos directo, pero más perdurable, es el contraste que se da entre los cuerpos desnudos y el entorno. Como si la transparencia del cuerpo permitiera remarcar, acentuar los detalles, así como provocar en el espectador alguna verdad, a través de una exposición al tabú.
Estos desnudos sudamericanos evocan, para Zimmermann, la historia del continente, poblado de masacres y expoliaciones, que produjo tipos específicos de formas de ser masculinas. En el libro fotográfico que dio origen a esta muestra, Zimmermann incluye textos históricos, literarios, que dan cuenta de ciertas imaginarios sobre los hombres de este continente. La barbarie, referida por adelantados y frailes durante la conquista, y que era justificación para aniquilar los pueblos originales del continente. También el machismo o el prototipo del homosexual hiperafeminado, que parecen dos caras de la misma moneda, por el tema del retorno de lo reprimido.
Sin embargo, los cuerpos desnudos, en estas fotografías, son una especie de contraste imposible con el texto, con la construcción imaginaria. Las fotografías no ilustran, no cuestionan, no ponen en duda los textos, forman parte de otro registro. No hablan, muestran. Y en esa zanja insalvable entre los dos registros, radica uno de los misterios de estas fotografías, que conmueven desde el silencio más hondo de los cuerpos.

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