domingo, 17 de abril de 2011

Diego Esposito


por Donatella Cannova
Directora del Instituto Italiano di Cultura

Es de una valijita azul, construida para él por una amigo escenógrafo, que Diego Esposito, la primera vez que lo encuentro, saca fuera, disponiéndolas sobre la gran mesa con orden meticuloso y cuidado paterno, sus acuarelas sobre papel oriental, pintadas especialmente para esta muestra argentina. Son catorce, de las mismas dimensiones, simplemente bellas, hasta conmover. Vibran, sobre ese papel de cuerpo consistente, colores brillantes que se disuelven en los bordes en matices evanescentes. Las formas coloreadas, entre las cuales predomina la línea circular pero también el trazo ondulado o quebrado, parecen signos de un código no interpretable sino sólo por iniciados en las magias del mundo. Provienen desde un más allá, quizás del encuentro con el Oriente que caracteriza la búsqueda más reciente de nuestro artista, quizás desde el incesante trabajo de casi desmaterialización del trazo pictórico que él nos entrega. Y de la misma gramática hecha de elipsis y se podría decir de laconismo, está compuesta la otra parte de la exposición presentada en el Museo Municipal de Bellas Artes "Dr. Genaro Pérez" , dos grandes obras murales que dialogan con la instalación circular pensada par el espacio circular puesto a disposición para la ocasión, donde se alternan, además, signos y colores tomados en préstamo de las antiguas culturas precolombinas.
A este proceso de progresiva evanescencia del signo en la pintura hace de contrapeso, en la otra forma expresiva de elección de Diego Espósito, la escultura, la materia en su más primordial esencia, la piedra rústica, sobre la cual mete, para dar un fruto nuevo, un pedazo de otra materia, de forma circular para indicar el centro gravitacional, casi como si fuera un planeta en escala. Y de estos planetas en escala, como el presentado en el Museo Emilio Caraffa en ocasión de esta doble muestra en Córdoba, Espósito ha diseminado y continuará diseminado alrededor del globo, en fórmulas trigonométricas, el movimiEnto eterno de la Vida, en una búsqueda de armonía donde la Naturaleza y el Hombre son parte del mismo orden cosmogónico.
En este juego de ecos hechos de signos, colores y materia Esposito tejió, casi como si fuera una partitura musical, su compleja  como límpida tela personal de sonidos de luz, que a nosotros entrega en forma de oxímoron. Y quién quiere, con éste se puede medir.

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