domingo, 15 de mayo de 2011

Eduardo Stupía



Oráculos en el aire y otras floraciones
por Mariana Robles

"El pintor ha encontrado la respuesta y sólo hallará las 'palabras pictóricas', los 'poemas de la experiencia' con los que será posible re-crear  aquella misma realidad -la otra, la que 'no puede ser expresada'- ".
Osvaldo Svanascini. Conceptos sobre el arte oriental

  En algunas cosmogonías antiguas la naturaleza se concibe como una emanación constante y voluptuosa que, más allá de cualquier concepto, siempre excede y agrieta las palabras. Las montañas y sus deslices rocosos, el torrente de agua por el que se precipita un arroyo y su intricada colección de piedras, son apariciones y ocurrencias particulares en el infinito de la materia.
La totalidad, en los dibujos de Eduardo Stupía, se produce y despliega gracias a una intervención fluida del cuerpo en el plano abierto del papel. La línea, que en ningún caso puede distinguirse como efecto del movimiento, es una danza y por lo tanto lo que a sí misma, rítmicamente, se piensa dibujando. Así, la contemporaneidad se desliza en la configuración de un tiempo propio, inseparable en su devenir de las configuraciones del espacio. Toda y casi cualquier micro-proyección de la muerte encuentra su reducto de estas irradiaciones reptantes de extraña fragilidad.
    En Stupía, su cualidad cosmogónica imagina un movimiento originario y una figuración que, por ilimitada, se transfigura en inasible. Su creación como una poesía extrema se define en las rugosidades de un modo habitado, por siempre, al margen de la realidad establecida. El horizonte plateando es la irrupción de una manifestación estridente que afirma el poder desencadenante de la fantasía y el ensueño. Sus dibujos y grafías pueden remitir, por ejemplo a Escuchando el viento de los pinos de Ma Lin y a Cartas de amor de Jean-Honoré Fragonard. Alternativamente combina y superpone las floraciones de diversas regiones de la historia hasta descubrir, en sus representaciones, el velo de un reino oracular.

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