domingo, 20 de marzo de 2011

Mario Quinteros


El dibujo crea el espacio
por Verónica Molas

Primero fue el rollo, el que desplegó Tramatazo como un relato sobre los temperamentos del dibujo. Obra que serpentea la pared a lo largo de casi 50 metros, Tramatazo dio nacimiento y desarrollo a una línea inquietante que atraviesa zonas calmas y agitadas , disímiles climas y paisajes; una procesión a la manera de una "sinfonía", como bien señala Luis Felipe Noé al referirse a esta obra de Mario Quinteros que hoy exhibe en el Museo Caraffa.
Tramatazo abrió un camino. A partir de allí, Dorsal, y también Fue y es, fuelle, en años posteriores, emergieron como instalaciones en las que el dibujo amplificó su presencia, su existir en el espacio: se corporizó, creó volumen, en propuestas donde la trama involucró también el papel. Más recientemente, una columna de dibujos embotellados incorporó a esta propuesta tridimensional el movimiento, apostando a una percepción circular.
Desde la aparición Tramatazo, el dibujo del artista escapa del plano conocido, la hoja del papel, y toma forma de lo continuo. Quinteros hace viajar a su dibujo en el espacio. Las líneas, trazos que componen una diversidad de tramas (el espíritu de su obra), se abren y cierran en objetos de distintas superficies, se multiplican hasta oscurecer la imagen, o se se esparcen para dar luminosidad.
En el caso particular de Tramatazo, el dibujo se recuesta como una ruta que pide ser transitada; más que ser mirado, reclama una participación, envuelve a quien lo observa.
Mario Quinteros trabajó intensamente en estos años para dar a su producción, desde una reafirmada posición de dibujante, un carácter que fluye entre la rigurosidad exigida al tratamiento de la línea, y la libertad de soporte, que finalmente define la singularidad de su obra.
  

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